Dir: Steven Spielberg (2016)
Sofia es una huérfana que una noche descubre a un gigante. Este decide llevarla consigo al país de los gigante para que no cuente lo que ha visto. Aunque en un principio Sofía piensa que se las va a ver muy negras verá que simplemente se trata de... ( a completar por el lector )
En algún momento tenía que ocurrir y ha venido a ser con esta Mi Amigo el Gigante. Spielberg ha fallado y creo que hasta él lo sabe y por eso no aparece su nombre hasta el final de la película. Rumores siempre le llegan a uno pero sigues diciendo que Spielberg es Spielberg y lo que para unos es barro para otros es oro así que aunque la historia no me llamara mucho decidí hacer acto de presencia en el templo del cine para contemplar como el amigo Steven ofrecía un recital de azúcar de tomo y lomo.
Pero no solo es que la película sea ñoña sino que encima es de una lentitud pasmosa gracias a un guión no sabe hacer avanzar la trama con brío. Es como si una pesada niebla se hubiera posado ante nuestros ojos y lo hiciera avanzar todo a cámara lenta. No se si achacárselo al propio guión o al encorsetamiento que puede surgir al tener que usar y planificar tanto plano con CGI pero desde luego es normal que los críos estuviesen intranquilos en sus butacas mientras veían como Spielberg era absorbido por su juguete.
Por suerte en el tercer acto la cosa mejora un poco al cambiar de ambiente, de escenario y poner en escena a muchos más personajes con los que interactuar y con los que poder meter algo de humor y comedia, pero para ello hemos tenido que sufrir dos actos previos exasperantemente lentos y, por ende, largos. Como si no fuese suficiente Spielberg vuelve a pisar el freno y a ralentizar la acción en la parte final, por lo que el desespero termina por minar las pocas esperanzas que nos quedaban.
En cuanto al CGI en cuestión está bastante bien sin llegar a la excelencia. Simplemente cumple su cometido y en algunos momentos satura al espectador. Pero lo peor de todo en cuanto a mi parecer es que podría haber sido una historia realmente mágica y entrañable y termina siendo un ejercicio de autocomplacencia muy frío en la que el maestro Williams parece estar todo el rato intentando revivir a un muerto. Sinceramente, hacía mucho que no me aburría tanto.
La nota de La Noche
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