Dir: Tate Taylor (2016)
Rachel pasa los días yendo y viniendo a Nueva York en tren. Un trayecto que la tiene obsesionada por una de sus paradas en particular. Un continuo viaje del que no parece poder escapar hasta que un día va un paso más allá...
Pocos comentarios buenos me habían llegado tras el estreno de La Chica del Tren y eso había hecho nuevamente que demorara el visionado de esta película que adapta la novela del mismo nombre escrita por Paula Hawkins. De hecho estoy por dejar de hacer caso a las pocas impresiones que suelo leer y terminar de aceptar que el único punto de vista válido para el visionado de una película es el propio. No es que La Chica del Tren haya resultado ser un peliculón absoluto pero si es cierto que ha conseguido que me mantenga pegado a la pantalla atento al devenir de los acontecimientos.
Poco me había preocupado también por averiguar algo acerca del argumento de la película de Tate Taylor así que la sorpresa ha sido mucho más positiva de lo esperado ante el devenir de la historia.
Una historia sostenida por una Emily Blunt transmutada en una pobre sombra de su yo anterior. Una versión desmejorada tanto mental como físicamente que cae en una obsesión enfermiza y por la que poca simpatía podemos mantener. Quizás sea por ello que muchos no han disfrutado del film viendo una versión tan antipática de la Blunt.
La Chica del Tren comienza lenta. Engañando y dejando que nos preguntemos si nos vamos a comer un drama trascendental en plan cine de autor sesudo pero gracias a los astros del cine la película y la historia mutan hacía un drama de suspense en donde la intriga y los secretos tienen mucho que dar de sí.
Básicamente La chica del Tren podría ser uno de esos telefilms de sobremesa pero hay dos cosas que la elevan de esa categoría: La primera es un elenco que tiene a Emily Blunt como su máximo exponente pero que luego se apoya en un plantel de actores de la talla de Rebecca Ferguson, Luke Evans, Edgar Ramirez, Laura Prepon, Justin Theroux y la, ahora en boca de todos, Haley Bennett en un intrigante papel.
La segunda, y más importante aún, es que el principal acierto de Tate Taylor a la hora de componer la película no está en lo que cuenta sino en cómo se nos cuenta. Una historia fragmentada con continuos flashbacks y vueltas al pasado para ir recomponiendo un puzzle o mosaico que está borroso y que poco a poco va siendo aclarado pieza a pieza de forma elegante y concisa.
En definitiva amigos, una película para ver tranquilamente en compañia de una copa de vino.
La Nota de La Noche:
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